domingo, 19 de abril de 2009

Calendario vacunal de la Asociación Española de Pediatría: recomendaciones 2008


El Comité Asesor de Vacunas (CAV) de la Asociación Española de Pediatría (AEP), a partir de la evidencia disponible, informa y comenta las novedades que sobre vacunas han ocurrido en el año 2007 y aconseja las modificaciones del calendario vacunal para el año 2008. Se recomienda administrar una segunda dosis de recuerdo de vacuna de varicela al inicio de la escolarización (3-4 años), conjuntamente a la dosis de recuerdo de la triple vírica, con el fin de evitar fallos vacunales por la vacuna frente al virus varicela-zóster. Se insiste en la importancia de universalizar la vacunación antineumocócica conjugada heptavalente, en consonancia con las pruebas científicas existentes, y la postura adoptada en la mayoría de los países europeos de nuestro entorno y como lo ha hecho la Comunidad Autónoma de Madrid en España. Se incluye en el calendario de este año la vacuna frente al virus del papiloma humano, y se indica la vacunación a las niñas a partir de los 11 años e, inicialmente, al menos hasta los 16 años. Se recomienda la vacunación frente a rotavirus a partir de las 6 semanas de vida y completando la pauta antes de los 6 meses. En este calendario se hacen otras recomendaciones vacunales por parte de este comité como son la vacunación de la gripe y la hepatitis A en situaciones de riesgo y cuando los pediatras lo consideren oportuno, como primer paso para una futura recomendación universal.


Uso de antisépticos en la cura umbilical en Atención Primaria



En las consultas pediátricas de Atención Primaria se reciben recién nacidos con diferentes métodos de cura umbilical procedentes de diferentes maternidades. La revisión bibliográfica evidenció que no existían diferencias entre realizar la cura umbilical con o sin antiséptico respecto al tiempo de caída o la aparición de complicaciones.
Objetivos: describir la práctica habitual de la cura umbilical en las Áreas Básicas de Salud de Santa Coloma de Gramenet y Badalona y los conocimientos de los profesionales sobre la misma. Diseño: estudio observacional, descriptivo y transversal, en una muestra constituida por pediatras, matronas y enfermeras de pediatría. Metodología: la recogida de datos se realizó mediante un cuestionario autocumplimentado anónimo.
Resultados: el 42% de las maternidades utilizan el procedimiento de mantener limpio y seco y el 29,9% lo curan con alcohol. El 74,6% de los profesionales mantiene la cura procedente de las diferentes maternidades y si cambia el método de cura, el 56,5% cura con alcohol. Además, la mitad de la población afirma no conocer bibliografía actualizada sobre este tema.
Se concluyó que no existían protocolos de cura umbilical en los centros de Atención Primaria estudiados. El predominio de la cura umbilical sin antiséptico es debido a la influencia del hospital de referencia de la zona.



Neuropsicología y epilepsia


Introducción y Objetivo. El niño epiléptico tiene tres veces más riesgo de presentar problemas cognitivos que otros niños sin patología neurológica, según tres hechos esenciales: 1. El efecto de la propia epilepsia. 2. Los eventuales déficit neuropsicosociales previos asociados. 3. El efecto adverso del fármaco antiepiléptico (FAE). Cierto deterioro se acepta universalmente, sin concretarse factores relevantes para su producción, multifactoriales según estudios computarizados. Desde esta perspectiva, analizamos la relación neuropsicología/epilepsia en Pediatría. Desarrollo. La relación entre epilepsia y comportamiento debe considerarse una excepción y no la regla, salvo que coexistan trastornos de personalidad y/o deficiencia mental. Los efectos cognitivos de los FAE dependen del fármaco, dosis utilizada y de la polifarmacia, y estos efectos son tanto adversos como favorables. Las diferencias entre distintos fármacos son criticables por la metodología de los diversos trabajos, y se debe retener que con dosis adecuadas los efectos adversos son generalmente discretos, y es de utilidad para ello la monitorización del FAE. Para valorar efectos adversos se aconseja mejor fiabilidad en su definición mediante evaluación MIDDRA. El tiempo de escalada en la introducción del fármaco es importante, en especial con algunos nuevos FAE. Los mecanismos de producción de efectos adversos varían, pero tanto los clásicos como los nuevos, bien utilizados por el mejor conocimiento del mecanismo de acción, mejoran el funcionamiento cognitivo por el control de las crisis. En la infancia existen reacciones cognitivas idiopáticas. En el niño las principales alteraciones son disminución del tiempo de reacción y del procesamiento de información con alteración de la memoria, atención y lenguaje. Conclusiones. La epilepsia se asocia a diversos problemas cognitivos, generalmente de carácter leve. La edad de inicio de la epilepsia, tipo de síndrome, etiología del mismo, respuesta al tratamiento y la polifarmacia son elementos multifactoriales condicionantes de efecto adverso. Se precisa crear baterías de tests que puedan pronosticar el futuro y controlar evolutivamente la cognición durante el tratamiento. Se puede concluir que los efectos adversos de los FAE sobre la cognición y conducta, en general, son modestos, pero el efecto cognitivo adverso de un FAE puede ser importante para un niño determinado.

Autores: Jaime Campos Castelló, S. Campos-Soler
Localización:
Revista de neurología, ISSN 0210-0010, Vol. 39, Nº. 2, 2004 , pag. 166

Traumatismo craneoencefálico en pediatría: Nuestros resultados


Introducción. El 75% de todas las hospitalizaciones por traumatismos en los niños se deben a un traumatismo craneoencefálico (TCE), al tiempo que el 70% de las muertes ocurren en las primeras 48 horas, y se refiriere una mortalidad que fluctúa entre 20­35%. Se estima que cada año se producen 600.000 consultas por esta causa, 300 de cada 100.000 niños sufren un TCE y alrededor de 250.000 casos se ingresan. Pacientes y métodos. Se realizó un estudio de observación, descriptivo, de todos los pacientes en edad pediátrica, que asistieron a nuestro Servicio de Urgencias, en el período comprendido entre enero y diciembre del 2001, y que sufrieron un TCE, en cualesquiera de sus variantes clínicas. Para la clasificación de los casos de acuerdo a su gravedad se usó la escala de coma de Glasgow (ECG), y para definir los resultados, la escala de resultados también de Glasgow. Resultados. Se encuestaron 339 casos con TCE, de los cuales 329 (97%) fueron leves, ocho (2,4%) moderados y dos (0,6%) graves; de éstos, 122 (36%), requirieron ingreso hospitalario, y el resto, 217 (64%), se trataron ambulatoriamente (todos con TCE leves). Los exámenes complementarios realizados fueron las Rx simples de cráneo, 117 (95,9%), y la TAC (tomografía axial computarizada) se realizó sólo en tres casos (2,5%). Existieron sólo dos (1,8%) fallecidos en nuestra serie y no se encuentran discapacitados, de acuerdo a la ERG. Conclusiones. El TCE leve fue el más encontrado en nuestra serie. La aplicación de sistemas de tratamiento ajustados a las condiciones de cada centro asistencial facilita la reducción de ingresos por TCE leves.


Autores: D. Abreu Pérez, Angel J. Lacerda Gallardo
Localización: Revista de neurología, ISSN 0210-0010, Vol. 36, Nº. 2, 2003 , pag. 108

La obesidad infantil y los trastornos de la conducta alimentaria abordados desde el Centro de Atención


Uno de los cambios más importantes a nivel de pediatría que se ha producido en los últimos 20 años ha sido la emergencia de una serie de nuevas enfermedades crónicas, entre ellas destaca la obesidad (1-2). Siendo la prevalencia de la obesidad en niños/as y adolescentes en España del 13,9% (en hombres 15,6% y en mujeres 12,0%) y del 26,3% del sobrepeso. (3) Se ha descrito como factores de riesgo de obesidad, el deterioro de nuestra conducta alimentaria mayoritariamente, y la disminución del ejercicio físico. Estos dos factores tienen una gran influencia en la ecuación del equilibrio energético, pero al mismo tiempo son factores de riesgo modificables.


Autores: Ruth Martín Cardizales
Localización:
Ágora de enfermería, ISSN 1575-7668, Vol. 11, Nº. 3, 2007 , pags. 1152-1153

martes, 14 de abril de 2009

Utilidad del lavado broncoalveolar en niños inmunodeprimidos: rendimiento y complicaciones


Las infecciones pulmonares son una de las causas más frecuentes de complicaciones en los pacientes inmunodeprimidos, muchas veces con manifestaciones clínicas y radiológicas atípicas e inespecíficas1,2. Por otro lado, los pacientes en tratamiento inmunodepresor presentan un riesgo mayor de desarrollar infecciones por gérmenes oportunistas como Pneumocystis carinii, citomegalovirus, Aspergillus fumigatus y Candida albicans, entre otros3,4.
El diagnóstico de los infiltrados pulmonares en condiciones de inmunodepresión continúa siendo un problema crítico, ya que muchas veces puede ser indeterminado o inespecífico5,6. La biopsia pulmonar abierta ha quedado establecida como una técnica efectiva en el diagnóstico de esta entidad en niños, especialmente cuando desarrollan el síndrome de distrés respiratorio agudo7. Sin embargo, este procedimiento es invasivo, requiere anestesia, toracotomía e incisión pulmonar, y presenta una morbimortalidad significativa8,9.
Durante las últimas 3 décadas, la fibrobroncoscopia (FB) ha demostrado ser una poderosa herramienta para el diagnóstico de enfermedades respiratorias en la edad pediátrica10. El lavado broncoalveolar (LBA) es una técnica sencilla, que permite un diagnóstico específico obteniendo muestras de una forma menos invasiva que la biopsia11. Sin embargo, el papel de esta técnica aún es controvertido para algunos investigadores, quienes argumentan que no cambia el tratamiento específico de estos niños12-14. El objetivo de este estudio fue determinar el rendimiento del LBA en niños inmunodeprimidos que desarrollaron síntomas respiratorios e infiltrados pulmonares durante su hospitalización.
Material y método
Se revisaron retrospectivamente los datos de todos los LBA realizados en pacientes inmunodeprimidos que desarrollaron síntomas respiratorios en el Servicio de Pediatría del Hospital Clínico de la Universidad Católica, entre enero de 1993 y julio de 2003. En todos los casos había sospecha de infección pulmonar con radiografías de tórax que demostraban la presencia de algún tipo de infiltrado pulmonar.
En todos los casos se contaba con el consentimiento informado de los padres. Los LBA se realizaron en una sala de procedimiento acondicionada o en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos según las condiciones del paciente. Se empleó un fibrobroncoscopio Olympus BF3C20 (Hamburgo, Alemania) sin canal de succión protegido, de 3,6 mm de diámetro externo o uno más grande según la edad del paciente, que permitiera un adecuado enclavamiento, con una videocámara Sony DXC-C1, (Tokyo, Japón). El protocolo de sedación incluía midazolam (0,15 mg/kg/dosis), morfina (0,1 mg/kg/dosis) o ketamina (0,2-0,5 mg/kg/dosis) y quedó a discreción del médico intensivista. Recientemente se emplea, como único fármaco, una dosis de carga de propofol de 2 mg/kg, seguida de 1 mg/kg en las dosis sucesivas15. En algunos casos se usó atropina (0,2 mg/kg) como dosis presedación. Durante el procedimiento los pacientes tuvieron monitorización cardiorrespiratoria y de la saturación arterial de oxígeno de manera continua. Además se registró la presión arterial no invasiva (Dinamap® Critikon Inc. Tampa, Florida, Estados Unidos) cada 5 min e inmediatamente después de la administración de una nueva dosis de propofol. Se dispuso de sonda de aspiración, bolsa autoinflable para asistir la ventilación, tubo endotraqueal y medicamentos para realizar una intubación si fuera necesaria. Durante la evaluación endoscópica se registraron la frecuencia cardíaca y respiratoria, el nivel de oxigenación y la presión arterial. Todos los pacientes recibieron oxígeno suplementario durante el examen.
Previa administración de lidocaína al 2% intranasal, se procedió a la introducción del fibrobroncoscopio por vía nasal o a través del tubo endotraqueal según la situación clínica del paciente. El LBA se practicó administrando un volumen de 1 ml/kg/alícuota de solución salina al 0,9%, con un volumen máximo de 15 ml cada vez y un mínimo de 3 veces. Previa inspección visual endoscópica, se procedía a practicar un lavado del segmento pulmonar más comprometido o de lo contrario se efectuaba en el lóbulo medio o língula10. El instrumento se enclavaba en los bronquios de tercera o cuarta generación dependiendo de la edad del paciente. Se consideró adecuada una muestra cuando se obtenía al menos cerca del 30% del volumen instilado.
Las muestras obtenidas se enviaron con prontitud al laboratorio para la realización de cultivo de virus e inmunofluorescencia directa, observación directa de inclusiones de citomegalovirus y técnicas inmunohistoquímicas; estudio bacteriológico, mediante cultivo cuantitativo en agar chocolate, sangre o caldo triptosado; estudio de tuberculosis, mediante cultivo especial en medio Löwenstein-Jensen o medio de Middlebrook altamente enriquecido, baciloscopia con tinción de Ziehl-Neelsen y reacción en cadena de la polimerasa en casos seleccionados; estudio micológico, mediante examen directo o con tinción de hematoxilina-eosina, Gomori-Grocott, cultivo convencional o específico (agar, Sabouraud); estudio para P. carinii, mediante observación directa con tinción de Giemsa, tinción argéntica de Gomori-Grocott y/o reacción en cadena de la polimerasa.
Análisis estadístico
Para el análisis de los datos se incluyeron la edad, el sexo, el diagnóstico de base y los tratamientos empleados, los resultados de cada LBA y sus complicaciones. Se buscó asociación estadística en los casos necesarios mediante la prueba de la χ2 y para establecer las diferencias entre grupos se consideró significativo un valor de p <>
Los exámenes auxiliares pre-FB mostraron neutropenia en el 18% de los casos, trombocitopenia en el 43% y anemia en el 78%. Se indicó transfusión de plaquetas a todos los pacientes cuando el recuento preprocedimiento era menor de 50.000/μ l. Las muestras del LBA proporcionaron un aislamiento específico en 25 casos (37%). El rendimiento bacteriológico (fig. 1) fue mejor después del año 2000 ­el 51% frente al 21% antes de dicho año, diferencia estadísticamente significativa (p <>

Todos los pacientes sometidos a un LBA estaban en tratamiento antibiótico empírico de amplio espectro desde que ingresaron en nuestro hospital. Los antibióticos o medicamentos más frecuentemente usados fueron ceftazidima/ceftriaxona, amikacina, imipenem/vancomicina, cotrimoxazol, ganciclovir y anfotericina B (en 3 de ellos), y el número promedio de fármacos empleados en cada niño fue de 3 (extremos: 2-6). Antes del año 2000, el 38% de los LBA se realizaron en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos por la gravedad clínica de los pacientes, el 30% de los cuales estaban en ventilación mecánica. En cambio, después del año 2000 sólo el 14% recibía ventilación mecánica.
Se registraron 21 (31%) complicaciones, de las cuales 17 fueron menores (hipoxemia moderada y/o transitoria, fiebre o agitación postsedación). Un total de 4 pacientes desarrollaron complicaciones mayores (hipoxemia grave en 2 casos, paro respiratorio en uno y hemorragia en otro) que requirieron intubación endotraqueal y su posterior ingreso a la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos. No se registraron muertes en este estudio.
Finalmente, se cambió la conducta antibiótica en el 31% (n = 21) de los pacientes sometidos a LBA, con la adición o retirada de antibióticos. Esta circunstancia fue más frecuente en el grupo de pacientes en quienes se aisló un germen específico (67%). En las otras 43 FB realizadas no se aislaron gérmenes; sin embargo, la evolución clínica de los pacientes fue satisfactoria durante la hospitalización y se retiró por lo menos un antibiótico en el 7% de los casos. Los 7 pacientes remitidos a nuestro hospital para la realización del LBA regresaron a su centro de origen durante las siguientes 24 h del procedimiento.
Discusión
La evaluación por FB asociada a un LBA en esta serie fue un método seguro, con un rendimiento microbiológico del 40%, que permitió evaluar la posible naturaleza de diversos infiltrados pulmonares y adoptar una conducta terapéutica apropiada en cada uno de los casos. Actualmente, existe gran experiencia con el uso de la FB pediátrica16,17, que brinda beneficios para el diagnóstico de alteraciones anatómicas de la vía respiratoria, remoción de tapones mucosos, resolución de atelectasias y evaluación de neumonías recurrentes11,18. A pesar de ello, su papel en pacientes inmunodeprimidos no está claro para algunos autores12,13. Para poder efectuar comparaciones entre un mismo sujeto y con otras series es muy importante que exista una buena estandarización del método, lo cual incluye el volumen instilado y el recuperado, el número de lavados, el tiempo y la presión de succión, el lugar de la instilación y, por último, el procesamiento de la muestra.
La mayor aplicabilidad del LBA es en el huésped inmunodeprimido, con infiltrados bilaterales, difusos e inespecíficos. El LBA no reemplaza a la biopsia para el diagnóstico de afecciones pulmonares no infecciosas19. Este estudio evaluó el rendimiento del LBA en pacientes inmunodeprimidos, pero no su sensibilidad. El LBA en niños con ventilación mecánica muestra una sensibilidad del 47-58%20,21 y puede alcanzar valores de un 90% en aquellos sin tratamiento antibiótico previo, con una especificidad del 45-100%20,22. Prado et al23 y nuestro grupo24 han comunicado tasas de rendimiento del 25 y el 47%, respectivamente.
La interpretación de los infiltrados pulmonares en la radiografía pulmonar en niños inmunodeprimidos no siempre es fácil. Diversos procesos no infecciosos, propios del tratamiento oncológico, pueden generar variados patrones radiológicos como infiltrados intersticiales, nódulos pulmonares, efusión pleural o condensaciones. En esta serie de pacientes inmunodeprimidos existían otras enfermedades no oncológicas, como inmunodeficiencias primarias (exceso de inmunoglobulina E) o secundarias (sida), lo que refleja la heterogeneidad de la muestra. Por ejemplo, en los pacientes que han recibido un trasplante cabe preguntarse si el infiltrado pulmonar corresponde a una neumonía o a una enfermedad del injerto frente al huésped25.
La biopsia pulmonar, que brinda un diagnóstico específico, requiere anestesia e intubación endotraqueal, lo que incrementa los riesgos. Potter et al8 han comunicado una tasa de complicaciones de hasta un 71% en pacientes ventilados que se sometieron a biopsias pulmonares. La evaluación con FB asociada a un LBA constituye una opción menos invasiva.
Nuestra serie carece de grupo control, por lo que no podemos asegurar o estimar que el cambio de conducta se debiera a los resultados obtenidos con el LBA. En segundo lugar, dado su carácter retrospectivo, hay que añadir una pérdida de información que no es deseada. No hubo un protocolo de seguimiento en ninguno de los casos, por lo que el análisis se refiere sólo a la hospitalización. La introducción de nuevas técnicas microbiológicas, así como una intervención broncoscópica temprana, permitió un mejor rendimiento después del año 2000 aun en presencia de tratamiento antibiótico. Cabe resaltar la importancia del valor predictivo negativo del LBA para considerar la retirada de un antibiótico (cotrimoxazol) o un antiviral (ganciclovir) cuando se emplean técnicas microbiológicas adecuadas. Si bien es cierto que el uso de antibióticos de amplio espectro asociado a tratamiento antifúngico o antiviral inicialmente puede brindar una falsa seguridad, con frecuencia se desconoce en qué momento debe interrumpirse. Es deseable que el LBA se practique poco después de iniciado el tratamiento antibiótico o, mejor aún, antes de comenzarlo. Un último tema es el problema de la contaminación del canal de succión a través del paso por la nasofaringe. Por lo anterior, el aislamiento de gérmenes como Haemophilus influenzae, Streptococcus pneumoniae y Staphylococcus aureus puede ser de difícil y hasta de dudosa interpretación, por lo que se deben emplear técnicas cuantitativas y considerar positivas las muestras con más de 100.000 colonias/ml26.
En cuanto al papel del citomegalovirus en el huésped inmunocomprometido, se desconoce su verdadero significado en ellos. Se acepta que es una de las causas más frecuentes de neumonía en los huéspedes inmunodeprimidos. Todos nuestros aislamientos de citomegalovirus fueron mediante cultivos, con aceleración mediante el método de centrifugación y cultivo. No se tomó ninguna biopsia pulmonar por la invasividad del método, la poca experiencia y el pobre rendimiento en nuestro centro. La duda en torno a la presencia de C. albicans en pacientes poliinvadidos, con amplia cobertura antibiótica, siempre es difícil de responder; sin embargo, no se puede desestimar su responsabilidad en la lesión pulmonar de un huésped en condiciones críticas e inestables. Por esta razón, es preferible hablar de aislamiento específico y no usar el término "diagnóstico específico", que puede introducir un sesgo peligroso en la interpretación de los resultados.
La complicación más frecuente fue la presencia de hipoxemia transitoria y leve27,28. Si bien en nuestra serie se registraron 21 (31%) complicaciones, sólo el 6% fueron mayores. Hay que resaltar que el 20% de todos los lavados se realizó en niños que recibían ventilación mecánica, lo cual refleja la gravedad de la enfermedad de base. Recientemente se ha publicado un estudio donde se encontró menos de un 2% de complicaciones mayores; sin embargo, éstas se analizaron en población general, no en pacientes críticos27. La presencia de fiebre transitoria después del LBA puede interpretarse en el contexto de la misma enfermedad del niño y pudiera no ser una complicación del procedimiento. Es importante resaltar que las complicaciones observadas en esta serie no ocurrieron en algún grupo con características determinadas, por lo que su carácter era impredecible29.
En resumen, el LBA mostró ser un procedimiento poco invasivo, con adecuado rendimiento en los cultivos, no asociado a mortalidad y con escasas complicaciones graves. Tanto los resultados positivos como los negativos contribuyeron al tratamiento de forma satisfactoria. Es recomendable el uso de un catéter protegido, además de técnicas microbiológicas cuantitativas e, idealmente, una intervención temprana. Futuros estudios prospectivos y controlados podrán determinar si la FB asociada a un LBA cambian el curso de los infiltrados pulmonares en niños inmunodeprimidos.


Bibliografía1. Williams DM, Remington JS. Pulmonary infection in the immunocompromised host. Am Rev Resp Dis 1976;114:259-64.

viernes, 27 de marzo de 2009

NACIMIENTO PREMATURO


La mayoría de los embarazos dura cerca de 40 semanas. Cuando un bebé nace entre las semanas 37 y 42 de gestación se dice que es un bebé nacido a término. A los bebés nacidos antes de finalizadas las 37 semanas de embarazo se los llama bebés prematuros. En los Estados Unidos, aproximadamente el 12.8 por ciento de los bebés —más de medio millón por año— nace de forma prematura.1 El índice de nacimientos prematuros ha aumentado en un 36 por ciento desde comienzos de los años 80.1
El nacimiento prematuro es un problema de salud serio. Los bebés prematuros corren un riesgo mayor de tener complicaciones de salud al nacer, como problemas respiratorios, e incluso de morir. En la mayoría de los casos, estos bebés requieren atención especial en una unidad de cuidados intensivos neonatal (NICU por ss siglas en inglés), con personal médico y equipos especializados capaces de tratar los diferentes problemas a los que están expuestos.
Los bebés prematuros también tienen un riesgo más alto de padecer incapacidades permanentes, como retraso mental, problemas de aprendizaje y de conducta, parálisis cerebral, problemas pulmonares y pérdida de la visión y la audición. Dos estudios recientes sugieren que los bebés prematuros podrían tener un riesgo mayor de desarrollar síntomas asociados con autismo (problemas sociales, de conducta y del habla).2,3 Los estudios sugieren también que los bebés muy prematuros podrían tener un riesgo mayor de padecer ciertos problemas de salud en la adultez, como diabetes, alta presión arterial y enfermedad cardiaca.4
¿En qué momento del embarazo nace la mayoría de los bebés prematuros?Más del 70 por ciento de los bebés prematuros nace entre las 34 y las 36 semanas de gestación.1 En estos casos se habla de nacimientos prematuros casi a término. Estos bebés representan la mayor parte del aumento en el índice de nacimientos prematuros en los Estados Unidos. Un estudio realizado en 2008 comprobó que las cesáreas representan prácticamente la totalidad del aumento en los nacimientos prematuros de un solo bebé en los Estados Unidos y que este grupo registró el mayor aumento en partos por cesárea.5
Cerca del 12 por ciento de los bebés prematuros nace entre las semanas 32 y 33 de gestación, aproximadamente el 10 por ciento entre las semanas 28 y 31 y cerca del seis por ciento antes de cumplidas las 28 semanas de gestación.1
Todos los bebés prematuros corren el riesgo de tener problemas de salud, pero cuanto más prematuros son, más alto es el riesgo de padecer complicaciones serias. Por lo general, los bebés nacidos antes de las 32 semanas de gestación son muy pequeños y sus órganos se encuentran menos desarrollados que los de los bebés nacidos después. Afortunadamente, los avances en la obstetricia y la neonatología, la rama de la pediatría que se ocupa de los recién nacidos, han mejorado las probabilidades de supervivencia incluso para los bebés más pequeños.
¿Cuáles son las causas de los nacimientos prematuros?La mayoría de los nacimientos prematuros se debe a un parto prematuro espontáneo o como consecuencia de la rotura prematura de las membranas, cuando el saco que se encuentra dentro del útero y que contiene al bebé se rompe antes de tiempo. Se llama parto prematuro al parto que comienza antes de cumplidas las 37 semanas de gestación. No se conocen a ciencia cierta las causas del parto prematuro o de la rotura prematura de las membranas pero las últimas investigaciones sugieren que en muchos casos obedecen a la respuesta natural del organismo a ciertas infecciones, como aquellas que afectan al líquido amniótico y las membranas fetales. Sin embargo, en aproximadamente la mitad de los nacimientos prematuros, los médicos no pueden determinar la razón que provoca un parto prematuro en la mujer.
Aproximadamente el 25 por ciento de los nacimientos prematuros tiene lugar cuando el médico induce el parto antes de término o cuando se realiza un parto por cesárea debido a complicaciones en el embarazo o a problemas de salud de la madre o el feto.6 En muchos de estos casos, el parto prematuro es probablemente la opción más segura para la madre y el bebé. No obstante, lo que preocupa a March of Dimes es que algunos partos prematuros tienen lugar sin una justificación médica adecuada o se realizan a pedido de la madre. En algunos casos, esto puede llevar a un nacimiento prematuro casi a término con riesgos potenciales para el bebé. Se recomienda a las mujeres esperar al menos 39 semanas para programar un parto inducido o una cesárea, a menos que existan problemas médicos que requieran adelantar el parto.7,8
¿Qué mujeres tienen un riesgo mayor de tener un parto prematuro?Cualquier mujer puede tener un parto prematuro pero existen algunas que corren un riesgo mayor. Los investigadores han identificado algunos factores de riesgo pero los médicos aún no han podido determinar qué mujeres están más expuestas.
Existen tres grupos de mujeres con un riesgo mayor de tener un parto prematuro:
mujeres que ya han tenido un parto prematuro
mujeres que esperan mellizos, trillizos o más bebés
mujeres con ciertas anomalías en el útero o en el cuello del útero.
Ciertos factores relacionados con el estilo de vida pueden poner a una mujer en mayor riesgo de tener un parto prematuro, como por ejemplo:
la falta de cuidados prenatales o comenzar los cuidados prenatales demasiado tarde
el fumar
el beber alcohol
el consumo de drogas ilícitas
la exposición al medicamento dietilestilbestrol (DES)
la violencia doméstica (incluido el abuso físico, sexual y emocional)
la falta de apoyo social
niveles excesivos de estrés
trabajar muchas horas permaneciendo de pie demasiado tiempo seguido.
Ciertos trastornos médicos durante el embarazo también pueden aumentar la probabilidad de que una mujer tenga un parto prematuro como, por ejemplo:
infecciones (incluidas infecciones del tracto urinario, vaginales, transmitidas sexualmente y otras infecciones)
alta presión arterial
diabetes
trastornos de coagulación (trombofilia)
bajo peso antes del embarazo
obesidad
períodos cortos entre embarazos (un estudió comprobó que esperar menos de 18 meses entre un nacimiento y el comienzo del siguiente embarazo aumenta el riesgo de parto prematuro, aunque el mayor riesgo se da cuando pasan menos de seis meses.9 Se recomienda a las mujeres consultar a su médico para determinar cuánto tiempo le conviene esperar en cada caso).
estar embarazada con un sólo bebé después de una fertilización in vitro
defectos congénitos en el bebé10
sangrado vaginal.
Hay algunos factores demográficos que también aumentan el riesgo de parto prematuro:
la madre es de raza negra no hispana
la madre tiene menos de 17 años o más de 35
nivel socioeconómico bajo.
Aunque la mujer tenga uno o más de estos factores de riesgo, no significa que vaya a tener un parto prematuro. No obstante, se recomienda a todas las mujeres aprender cuáles son las señales del parto prematuro y qué deben hacer en cada caso.
¿Qué complicaciones médicas son comunes en los bebés prematuros?Hay una serie de complicaciones que son más comunes en los bebés prematuros que en los bebés nacidos a término:
Síndrome de dificultad respiratoria (SDR). Cerca de 23,000 bebés al año —la mayoría de ellos nacidos antes de las 34 semanas de gestación— padecen este problema respiratorio.11 Los bebés con SDR carecen de una proteína llamada surfactante que impide que los pequeños sacos de aire que hay en los pulmones se colapsen. El tratamiento con surfactante ayuda a los bebés a respirar con más facilidad. Desde que fue introducido en 1990, las muertes a causa de SDR han disminuido en aproximadamente la mitad.12
El médico puede sospechar que el bebé tiene SDR cuando nota que hace esfuerzo al respirar. A menudo, el diagnóstico puede confirmarse mediante una radiografía de los pulmones y análisis de sangre. Además del tratamiento con surfactante, los bebés con SDR pueden necesitar oxígeno adicional y asistencia respiratoria mecánica para mantener dilatados los pulmones. Es posible que necesiten usar un respirador o que deban recibir un tratamiento conocido como presión positiva continua en las vías respiratorias (PPCV), un método que consiste en aplicar aire presurizado a los pulmones del bebé a través de pequeños tubos que se colocan en la nariz del bebé, o a través de un tubo que se le inserta en la tráquea. La PPCV ayuda al bebé a respirar, pero no respira por él. Los bebés más enfermos pueden necesitar la ayuda de un respirador que respire por ellos mientras sus pulmones maduran.
Apnea. A veces, los bebés prematuros dejan de respirar durante 20 segundos o más. Esta interrupción en la respiración se denomina apnea y puede ir acompañada de una reducción en el ritmo cardíaco. Los bebés prematuros están bajo observación constante para detectar cualquier caso de apnea. Si el bebé deja de respirar, el personal de enfermería lo estimulará dándole palmaditas o tocándole las plantas de los pies.
Hemorragia intraventricular (HIV). Las hemorragias cerebrales son comunes en algunos bebés prematuros, en particular aquellos nacidos antes de las 32 semanas de gestación. Normalmente, estas hemorragias se producen durante los primeros tres días de vida y, por lo general, pueden diagnosticarse mediante un ultrasonido. Casi todas las hemorragias cerebrales son leves y se resuelven solas, provocando pocas o ninguna consecuencia permanente. Las hemorragias más graves pueden afectar la sustancia del cerebro o hacer que los ventrículos cerebrales (unas cavidades del cerebro que están llenas de líquido) se dilaten rápidamente y aumenten la presión sobre él, lo cual puede producir daño cerebral (como parálisis cerebral o problemas de aprendizaje y conducta). Cuando el líquido permanece en los ventrículos, los neurocirujanos suelen introducir un tubo en el cerebro para drenar el líquido y reducir el riesgo de daño cerebral.